Si, si, estimad@s paleñ@s, mis repetidos esfuerzos por colocar la Torre de Pisa en posición erecta no dieron el menor de los resultados. Y eso que tuve la estimable ayuda de otros turistas, tal y como comprobareis en las fotos, que venían con el mismo propósito de éste que os escribe.
Pues ya veis, uno pensaba que podía lograr lo que ha sido un fracaso de pasadas culturas y que la nuestra, la cultura paleña, pasaría a la historia por ser la primera en lograrlo.
Así que como veis, este paleño por el mundo, ha disfrutado de unos días de placer en la encantadora región italiana de la Toscana. Visitando monumentales ciudades como Florencia y Pisa, sintiéndose trasportado a siglos pasado al pasear por calles donde antes lo hicieron personajes como Da Vinci, Dante o Galileo Galilei.
He de admitir que al vislumbrar por primera vez ciertos encantos de tales ciudades, como la catedral de Florencia, la Torre de Pisa o el David de Miguel Ángel, uno tiene la sensación de haberlo visto ya en alguna ocasión pasada pues son obras que, debido a la televisión, los libros o internet, ya forman parte de nosotros. Así como uno ve su Palo del alma allá donde vaya, ya que para mí no hay barrio de pescadores, calles angostas o gente que hable con varios decibelios por encima de la media, que no le traiga el recuerdo del sitio que le vio crecer.
No quiero decir con esto que uno siempre compare los encantos de su barrio natal con los que le ofrece una nueva ciudad, pues eso le llevaría a no apreciarla en su justa medida. Por poneros un ejemplo: no hay comida que me guste más que una paella de marisco de mi madre, acompañada de un vaso de gazpacho casero. Pero claro, también debo de admitir que disfruté como un enano tomándome ese delicioso risotto regado con vino tinto de la Toscana.
En resumen, que uno no puede negar el ver cada rincón del mundo con ojos de paleño pero intentando que su barrio no sea la medida de todas las cosas. Pues no tiene nada de malo el comprobar que hay sitios de interés, gente agradable y platos de chuparse los dedos, más allá del Gálica y el Jabonero. Aunque uno tampoco puede negar que, cuanto más ciudades suma a su lista de sitios visitados, mas aprecia los encantos de El Palo, que al verlos día tras día, se convierten en algo natural para nuestros ojos. Y tras pasar varios meses alejado de sus calles, todo brilla y se llena de colores especiales y nuestra iglesia de las Angustias se asemeja a la catedral de Milán, la bahía de Málaga deja atrás a la de San Francisco y la paella de mi madre deja en ridículo al risotto italiano.
Un fuerte abrazo y a disfrutar del verano que se os viene encima, pues por aquí con algo de suerte rondaremos algunos días los 30 grados.
Para la realización de esta publicación han colaborado:
JUAN SALGUERO (Paleño en el extranjero).
JAVI LUKE (Maquetación).
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