Miércoles, 15 de Mayo de 2010.
"EL PASO DEL TIEMPO".
Descendí de mi moto camino a la academia, cada quince días realizo un test para comprobar mis nuevos conocimientos. Al girar la esquina vi como un pequeño grupo de personas intentaban incorporar a una anciana que acababa de caer de bruces en el suelo. Me acerqué y vi su rostro, era una anciana dulce, con el cabello blanquecino, sus tobillos estaban hinchados y el paso del tiempo habían dejado huella en sus pies. Si esos pies que en ese momento decidieron no alzar el vuelo y que arrastraron ese débil cuerpo hacia el dolor, ese de no poder evitar la caída ni proteger su rostro. Tenía una pequeña brecha donde se besa la nariz y la frente. No se lamentó ni tan siquiera se quejó de dolor, pero sus ojos describían una tristeza imposible de ignorar. Sus ojos empañados en el agua salada que termina corriendo por la mejillas, pero ni una gota manó de ellos, las mantuvo y guardó como si esa ocasión no fuera merecedora de sus lágrimas. La ayudamos a entrar en la academia y tomar asiento ya que parecía mareada, Un chico saco un clínex y se lo entregó. Ella intentó secar la sangre que manaba de su herida, pero no era consciente del lugar de donde salía, así que cogí el pañuelo y le limpié un poco de sangre. Una señora muy amable, agarró uno de los panfletos de publicidad y comenzó a agitarlo para refrescar el rostro de la anciana. Irónico , creo que es la única vez que se le ha sacado provecho a esos folletos. Entré para hacer el test dejando a la anciana sentada e intentando recuperarse. Pasado unos minutos, terminé el test y lo llevé a la tutora para que lo corrigiera. En el despacho no pude dejar de mirar ese cabello blanco que vislumbraba a través de las cristaleras, mientras corregían mi examen. Quise salir y decirle que no se fuera que la acompañaría a casa, pero en cuestión de segundos, miré a mi tutora al hablarme y cuando volví la mirada no estaba allí. Salí del despacho y le pregunté a la recepcionista que con quién se había ido la mujer, ella me contestó que sola. Otro chico le había ofrecido ayuda, pero la denegó, no quiso que llamaran a ningún pariente, ni taxi, nada.
Desapareció ella sola, tras su caída, volvió a la calle dirección a su casa, como el guerrero en la batalla que cae herido pero se resiste a desfallecer, se levanta y vuelve a la lucha. Aún ahora no puede dejar de pensar en esa anciana. La imagino mirándose en el espejo tratando de localizar sus heridas de guerra, provocadas por el marchitar de su cuerpo en el tiempo y veo sus ojos tristes frente el espejo “¿Cómo puede el tiempo castigarnos de esta manera y dejarnos incapacitados cuando llega la batalla final?.
Sólo espero que se encuentre bien y que haya llegado sana a casa, para mañana poder salir de nuevo al campo de batalla y resistir un día más en el infierno de la vida.